Me voy de la mano de los que dicen estar perdidos
por un desierto sin arena lleno de calaveras,
un río encarcelado que aun nos sirve de viejo pulmón,
un gran charco alicatado con el mejor de los atardeceres
y recordando historias que me contaron a la sombra de un naranjo.
La brisa sincera como siempre me escribe hoy en los oídos
que el mar parece estar cansado ya de aguantar tanto payaso,
que el sol se entristece por tener que apuntalar cada vez mas sombras
en esta especie de circo de cemento donde la moneda sonríe
ante las bromas de corbatas, zapatos y trajes regalados.
La timidez del que nunca hará nada parece que siempre será la única perdedora.
Sentimiento de querer y no poder querer
rabia de saber y no querer saber
miedo de que unos pocos cabrones nos roben paisajes,
sueños heredados, futuros trabajados, lienzos vacíos,
miedo de que unos pocos nos roben hasta el humo del fuego,
el aliento del invierno, el calor del roce, el sueño de un dormido,
el anhelo de un bastón, el asiento para el caminante, la música
las canciones, las miradas de un vagabundo cantante.