Y hoy ya sumo siete a la dolorosa lista de años en la que sobrevivo sin ti,
y hoy, aún continuas alegrándome por dentro cada vez que mi recuerdo es para ti.
Echarte de menos va por encima de la obligación sentimental,
rebuscar y no encontrar, te juro que sigue doliendo cada día más.
Pero lo que realmente causa ese dolor aferrado no es el no poder verte, tocarte ni escucharte,
lo que detona bombas en mi alma es no seguir compartiendo batallas contigo,
no seguir disparando sonrisas de hijo cabrón destino corazón,
lo que desgarra mi alma es saber que no puedes ver que sigo tan loco como me dejaste
enterrado en poemas, vestido de Rock&Roll, desgastando la risa,
bebiendo madrugadas, acostando lunas, mareando la perdiz,
jugando y perdiendo con mama a ser un hijo ejemplar,
esperando que la pelota entre, y tú me mires y vaciles.
Incluso me duele que no veas las pataletas que tanto odiabas,
ahora me riño a mi mismo aprendiendo la lección que tantas veces me enseñaste,
ahora saqueo mi cerebro anhelando aquellos consejos que sin serlos lo eran.
Lo de los paseos eternos me lo grabaste en sangre, continúan dándome vida,
a veces solo, otras acompañado, y me gustaría saber que la conoces.
Sabes que no muero por morir, pero a veces sueño con darte la mano,
¿pocas cosas hieren más que saber que lo de volverte a ver ha sido tan solo un sueño?
Puedes comprobar que sigo atropellándome hasta en los poemas,
que sigo estructurando sin estructura,
que sigo escribiendo en piedras que luego lanzo al cielo
y me giro rápidamente para no verlas caer y soñar que ya están en tus manos
o que por lo menos se encalaron en las nubes y mañana las recogerás en tu paseo diario.
Que no hay dios, ni virgen, ni angelitos que miren de reojo,
que no hay arpas, ni puertas con cerrojo.
Que esa sonrisa que tanto gusta a los que me quieren
es más tuya que mia.
