Y es verdad que parece que todo se rompe,
que todo se hunde o se parte,
que no avanzamos,
que los pasos retroceden,
que el odio crece junto a la frustración,
que la desidia abraza a la desilusión.
Malas compañías.
Que el amor propio, los remordimientos, la avaricia,
todo se compra y se vende por mercadillos sin paradas.
Cada vez quedan menos maravillas
para el país de Alicia.
Pero yo sigo alucinando
cada vez que vuelvo a ver esa sonrisa,
esa que he visto millones y millones de veces,
que no necesita canciones,
ni puestas de sol,
ni estrellas,
ni lunas,
ni noches.
Yo sigo alucinando como la primera vez,
parando el tiempo,
secuestrando los segundos,
recortando milímetros entre ella y yo,
intentando no pestañear…
porque nada duele
cuando tú sonríes.