El dolor siempre acaba asomando la cabeza;
si no, dejaría de existir, no tendría valor.
Los nudillos suben el precio de triviales conversaciones,
me deslumbran los sinsabores que se acunan en su espalda,
y recaigo, y me molesto, y me doy asco por esa sensación.
Tan fácil es luchar como dejarse perder;
el juego, a veces, lo enmascara todo.
El amor vacila para no volver;
tiene la ventaja de saber que todo gira a su alrededor,
que las guerras empiezan por sus desplantes,
que las balas llevan su ex nombre.