lunes, 14 de febrero de 2011

Rompimos los moldes para no tener que repetir

Rompimos los moldes para no tener que repetir,
desafiábamos al corazón mirándonos de nuevo a los ojos,
las cunetas se frotaban las manos cuando volvías con cara de mala,
ceñida hasta las cejas con la boca cargada de balas
y mi cuerpo, mi cuerpo tatuado de dianas.
Las caricias no pasaban de ser simplemente palabras,
el amor se nos debió caer bajo la cama
cuando solo se escuchaban disparos
y las explosiones anulaban todos los sentidos,
podíamos haber muerto ahogados en nuestra propia sangre
y no nos hubiera importado lo más mínimo.
Siempre se te dio bien esa guerra de guerrillas
donde solo vencen los que muerden sin piedad
los que saben que lo que están haciendo
puede ser lo último que hagan.
Escupíamos vicio, respirábamos nuestro propio aliento,
por cada escalón que subíamos al cielo
bajábamos tres pisos hacia el infierno,
llega un momento que el calor de las llamas no lo aprecias.

El lobo nunca aúlla por miedo,
aúlla para proteger a la hembra y a sus crías
para que se sientan a salvo, protegidos,
lo más importante es la manada
y si para eso debo quebrar la garganta,
para mí ya está hecha añicos.

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