
Ilustración: Guillermo Ros (Rey Mono)
Todo se cubrió de rojo, hasta la oscuridad.
Y ahora, tan solo vestidos por el calor del fuego,
recordamos a lo lejos el chapoteo de los charcos,
el levantar de polvaredas al paso de los sueños,
la voracidad desvergonzada de la adolescencia
y la vespertina lucidez de la conciencia.
Ahora que mis besos doman tu nuca,
ahora que mi brazo sostiene mi deseo,
ahora que tu mano adiestra a la mía,
ahora que, enredados de piernas, no podemos salir a correr,
ahora nos damos cuenta de que lo único
que nos había separado durante todos estos años
había sido la cercanía, las miradas diarias,
el miedo que tiene el amor de romper amistades,
el sentir que, más que amigos, éramos hermanos.